
En su interpretación de la figura de Abderramán, María Emegé se ciñe a la realidad histórica a partir de una de las escasas descripciones físicas que tenemos del soberano andalusí, la del poeta Ibn Idhari: “era muy moreno y de nariz aquilina. Tenía los ojos grandes y negros y también ojeras. Era alto y corpulento y tenía acentuado el surco nasogeniano del labio superior, donde se separan los bigotes. Lucía barba y hacía mucho uso de henné y del ketem”. ¡Una obra de arte!
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